El que calla,…no otorga.

Acuérdome yo ora sí, ora también, del refranero español, no en vano el castellano de mis ascendientes lo hace bien presente en cualquier desventura, màs que aventura, que acontece. En su favor dejaré escrito que en fortunio, considero, me salieron màs ‘panzianos’ que ‘quijotescos’.

Digo, hoy salta un post porque el que se hizo con la patente de aquèl que dice ‘El que calla, otorga‘ buena la tuvo que liar, pero mu’gorda, eh!
Porque semejante falacia y semejante condena sòlo podría ser excusada si fué para salir airoso de una muy adversa, aunque merecida, consecuencia.
  
     Líbreme mi señor de aquellos que guardan una completa defición de sí mismos. No aprendo, es tanta la envidia que me dan, afirman ‘yo soy así, y así seguiré’, todos saben cómo sigue, es ya de hecho un refrán. Que bien, bien, envidia dame. Mas oiga, que a poco que trato con aquellos cuyo perfil, autoperfil, me atrae, ahí quedo yo enganchado, admirado, ojiplático…A poco, a poco que trato se va diluyendo esa conceptuación.
No es menos cierta, seguro, es un olvidar que uno mismo no trata igual consigo que con un otro.
Y no aprendo, y no lo recuerdo.
Y es cuando no se pone uno tajante que asaltan las dudas y se debilitan las razones.
Es el merecer una cuestión de ego, o se merece en función de lo pertenecido. Què y cuánto se merece. (‘Mereces más treguas de las que te dí yo’, reza un bolero que me persigue y acompaña a tiempos parecidos.) Los todos y las nadas, por entrega o por haber hecho méritos.
No lo sé.
  
     A partir de aquí, también digo yo, ‘cráneo bien-poco-previlegiado’, resulta haberme dado cuenta de la generosidad de la escritura, sí. -Por todos los que no se resisten a ensuciar folios, o lo que corresponde, teclear letras que llenen de negro pantallones de blanco sucio encajados en símbolos, opciones o reglas de màrgenes que no son siempre los que uno dibujaría, por delirio escėnico, en el papel, que así vuelve personal e imposible de negar como propio – aish!, ‘complejo de filósofo del XIX’ dixit!- De entre sus bondades es esta interesante.
La inmediatez del lenguaje oral, lleno de instinto y víscera… Qué de discusión absurda!.
La rabia del pensamiento, sobresaturado de rabia y sensibilidad… Qué de llanto marcando arrugas!

– No obviando sino no considerando ‘guasaps’,’caradelibro’ o el ‘line’a, que me lleve a tu hipotálamo, lenguajes, a estos efectos que nos ocupan.-

En cambio la escritura, ja!, se van sucediendo las palabras e indefectiblemente se diluye la importancia de las cosas sucias, el tempo que acompaña a la idea va matizándose, no hay manera.
Hasta las bestias amainan al darse en el escribir.
      Y no, no es de la bestia el comportarse cual su natura lo que gusta, sino, cual moraleja de cuento clásico, el momento en que torna Ser y se deja llevar por la belleza de su sangre al fluir càlida, aún habiendo llegado en tardío tiempo a la transformación.
  
‘MONCADA.– (Sonriente.) Mentís.

MENDO.– ¿Qué decís?

MONCADA.– Mentís.
Y vos de vos os reís, 
como yo me rio de vos.

MENDO.– No comprendo qué decís.

MONCADA.– Será porque no querís,
que está claro, ¡vive Dios!

MENDO.– Siempre fuisteis enigmático
y epigramático y ático

y gramático y simbólico,

y aunque os escucho flemático

sabed que a mí lo hiperbólico

no me resulta simpático.

Habladme claro, Marqués, que en esta cárcel sombría

cualquier claridad de día consuelo y alivio es. ‘
La venganza de Don Mendo. P.Muñoz Seca.

 

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